domingo, 31 de agosto de 2008
viernes, 29 de agosto de 2008
viernes, 15 de agosto de 2008
La Asunción de María al Cielo
"Era necesario que la Virgen fuera asociada a su Hijo en todo lo que concierne a nuestra salvación. Así como ella le hizo participar de su carne y sangre..., de igual manera tuvo su parte en todos los sufrimientos y todas sus angustias... Ella ha sido la primera cuya muerte ha sido semejante a la del Salvador por una muerte semejante a la suya (Rm 6,5). Por esta misma razón, antes que todos los demás, ella ha tenido parte en su resurrección. En efecto, después que el Hijo rompió la tiranía del infierno, tuvo la dicha de verle resucitado y ser saludada por él, y ella le acompañó tanto como pudo hasta que se marchó al cielo. Después de su ascensión, ocupó el sitio que el Salvador había dejado vacío entre sus apóstoles y otros discípulos... Su madre ¿no merecía esto más que cualquier otra? Pero convenía que esta alma tan santa se separara de este cuerpo muy sagrado. Lo abandonó y se unió al alma de su Hijo, ella, una luz creada a la luz sin principio. Y su cuerpo, después de haber permanecido algún tiempo en la tierra, fue llevado al cielo. En efecto, era preciso que siguiera todos los caminos que el Salvador había recorrido, que resplandeciera para los vivos y para los muertos, que santificara la naturaleza en todas las formas y que recibiera seguidamente el lugar que le pertenecía. El sepulcro, pues, la guardó por algún tiempo, después el cielo recogió esta tierra nueva, este cuerpo espiritual, este tesoro de nuestra vida, más digno que los ángeles, más santo que los arcángeles. Y el trono fue devuelto al rey, al paraíso el árbol de la vida, al mundo la luz, al árbol su fruto, a la Madre el Hijo: era perfectamente digna de ello puesto que lo había engendrado. Oh bienaventurada, ¿quién encontrará palabras capaces de expresar los beneficios que has recibido del Señor y los que tú has prodigado a la humanidad?... Tus maravillas sólo pueden dar su esplendor allá arriba, en este «cielo nuevo» y esta «tierra nueva» (Ap 21,1), donde brilla el Sol de justicia (Ml 3,20) que las tinieblas no pueden seguir ni preceder. El mismo Señor proclama tus maravillas mientras los ángeles te aclaman".
San Nicolás Cabasilas (hacia 1320-1363), teólogo laico griego
Homilía sobre la Dormición de la Madre de Dios
Fuente: El Evangelio del Día
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